Una mujer sabia... Edifica su casa; más la necia con su mal proceder la destruye, la mujer inteligente atiende las instrucciones de la Biblia y aprende a ser una buena hija de Dios y por consiguiente una excelente esposa y madre. Es equilibrada, amorosa, su prioridad es sembrar la palabra de Dios en el corazón de su familia, no delega su responsabilidad pero en cambio la mujer necia es indiferente a la instrucción de Dios y enseña a sus hijos desde pequeños a seguir las corrientes del mundo.
La mujer sabia... Facilita los propósitos de Dios en familia, cultiva la fe,
ánima a los suyos por sendas de salvación. Perdona, busca la paz, procura la
unidad, es misericordiosa, justa, pura, integra, benigna y confiable, es una
carta abierta por su buen proceder. Es generosa y considerada, en todos
sus asuntos honra a Dios, hace oración y descansa en sus promesas. Todo es
bueno al lado de una mujer sabía, su esposo vive tranquilo porque no es
conflictiva, administra bien el dinero, no se endeuda y da buen testimonio.
La mujer sabia... Es corregible, no es obstinada, ni arrogante, ni
caprichosa, tiene espíritu dócil y enseñable, no desperdicia el tiempo en cosas
vanas. En cambio, la mujer necia es altiva, orgullosa, vana, desleal,
debilitante, agotadora, absurda, ella misma atrae su propia vergüenza, siempre
maquina como darse importancia, le encanta llamar la atención, provoca rencillas e induce a su esposo al no
perdón y a cosas malas.
Vemos mujeres necias hermosas por fuera pero horribles por dentro. Envidiosas,
avaras, codiciosas, chismosas, infieles, traidoras, déspotas, lascivas,
frívolas y siempre creen tener la razón. La palabra de Dios en la boca de la
mujer necia es un reproche. No sabe de sumisión, ni de negarse a sí misma por
amor a otros, es egoísta en todo lo que hace.
La mujer sabia es prudente, edifica su fe con la palabra de
Dios, se preocupa por el conocimiento, y con sensatez interviene en las
decisiones del hogar, apoya a su esposo y busca el beneficio mutuo, sabe guiar
a su familia hacia la senda de la bendición de Dios que enriquece y no añade tristezas.